La educación constituye un derecho
básico de toda persona que debe acceder a él desde los primeros años de su vida
para lograr una formación en conocimientos que le permita valerse como persona
integrada a una sociedad.
El comunicador para el
desarrollo, debe, entre todos los conocimientos que lo forman, conocer alguna
metodología de enseñanza que le permita capacitar a un grupo de personas en
proceso de formación. La práctica educativa es aleatoria y cambiante, está
sujeta a diversas políticas de gestión que corresponden a los lineamientos de
Estado en un país, no por ello, la educación ha dejado de ser en América Latina
una práctica poco equitativa para las grandes mayorías con escasa repercusión
en el logro de metas y desarrollo de los pueblos.
El comunicador para el desarrollo
debe estar preparado para afrontar y confrontar diversas realidades en las que
el adiestramiento por un lado y la formación de adultos por otro, son la misma
cara de la moneda de unas sociedades que poco han hecho por evolucionar a su
pueblo.
La experiencia y pensamiento de
Paulo Freire por ejemplo, constituye una evidencia de la poca capacidad de
adentrar la educación en las zonas más pobres de América Latina, donde las prácticas
pedagógicas tienen muy poco que ver con las condiciones de vida en muchas zonas
desconectadas del mundo. Por eso, la
educación comunitaria viene a ser una propuesta nacida de esa realidad, que
busca la animación de los individuos a involucrarse en el conocimiento para su
propio desarrollo, que tiene que ver tanto con la educación como con el
aprendizaje social. Con una intencionalidad que desencadene en la participación
y organización comunitaria para el desarrollo de toda la comunidad.